Los primeros Magos


Mago es la denominación que antiguamente se dió a los sacerdotes persas de Zoroastro, personas altamente instruidas que se dedicaban a la astronomía, astrología, interpretaban sueños y estudiaban los enigmas cósmicos, además de cumplir con sus funciones religiosas, se les atribuía poderes ocultos y capacidad de efectuar hechizos.


Durante el exilio en Babilonia, los judíos tomaron contacto con estos insignes personajes, los que a su vez seguramente fueron impresionados por los relatos de los exiliados hebreos sobre el Mesías que nunca cesaban de esperar.
Por la época del nacimiento de Jesús, la perspectiva de un Mesías, erea ek que liberaría a Israel del yugo romano, mantenía viva la esperanza del pueblo judío y los hombres sabios escudriñaban la naturaleza en busca de signos que lo anunciaran.


También los judíos que no habían querido regresar del exilio escrutaban los cielos de Babilonia. Una teoría sostiene que los Magos eran astrónomos judíos que habían permanecido en tierras mesopotámicas y que, versados en las artes mágicas de los persas, habían interpretado la aparición de la estrella como signo de la llegada del Mesías.


En el mundo antiguo, a su vez, la magia judía era conocida por muy eficaz. Crisóstomo (Sermón, VIII: 5-8) reconoce implícitamente su efectividad al afirmar que prefiere morir mártir de una enfermedad que ser curado por la magia de los judíos (Mathews 1997: 67).


¿Magos del Oriente?

Una de las incógnitas es el significado de la expresión “Magos venidos de Oriente”. El evangelio de Mateo fue escrito en hebreo o en arameo, pero se conservó sólo en una versión (griega)anatole, “salida del sol” y al respecto se suscitan varias interpretaciones. La más habitual es considerar que provienen de Persia, en la Mesopotamia, atendiendo a la procedencia de la palabra “mago” y por ende la magia.


Pero para los judíos, la Mesopotamia era por excelencia “el país de los pueblos del Norte”, ya que cuando comerciaban o invadían Palestina, lo hacían por esa vía. (Gerard, 1995). Como lo señala Iaías 14, 31; Jeremías 1-13-15, Ezequiel 26, 7.
Por otro lado, Isaías en 41:25 concilia ambas expresiones cuando se refiere a Ciro: “Del norte desperté uno y vendrá, del nacimiento del sol llamará en mi nombre”.


También se considera que Arabia, geográficamente más cercana Palestina y cuyas rutas caravaneras desembocaban por el Este, podría ser esa región de que habla Mateo. Además, Arabia era famosa por el oro y por los bálsamos perfumados que los Magos regalan al Niño Dios.
Otra interpretación es que el lugar de origen era la India, versión que recoge el Evangelio Armenio de la Infancia (s. VI) pero esta suposición no está avalada por otras fuentes históricas o apócrifas que así lo sugieran.


Regalos de los Magos


¿Por qué los Magos regalaron al Niño Jesús oro, incienso y mirra? A lo largo de la historia del cristianismo, diversos teólogos han sostenido variadas hipótesis, algunas terrenas y otras trascendentes. El motivo que espontáneamente surge en primer lugar es el económico y se refiere concretamente al valor de las ofrendas.


El oro tuvo siempre un precio alto. En la época de Jesús el incienso costaba apenas un poco menos que el oro, pero la mirra valía unas siete veces más que ambos (Vaughan, 1998).
La ofrenda de los Magos, entonces, representaba un altísimo valor económico. Los elevados valores del incienso y de la mirra explican por qué el comercio de ambos artículos era tan lucrativo. Los países productores intentaban por todos los medios mantener su monopolio y procuraban descorazonar cualquier intento de ubicación de las plantaciones.
Hacían circular rumores falsos sobre su localización y echaban a rodar diversas leyendas, como la que aseguraba que los árboles estaban protegidos por feroces serpientes voladoras (Albert, 1990: 96-97).


Sin embargo, algunos historiadores bíblicos sostienen que el primer regalo no era oro sino una tercera especia y que el error proviene de una mala traducción del original en arameo (hoy perdido) del Evangelio de Mateo.
Según se dice que la palabra zahab (oro) se menciona reiteradamente junto con el incienso y la mirra en documentos de la zona del Mar Rojo que tratan del tema de las especias aromáticas (Trexler, 1997: 13) y por lo tanto, zahab sería también el nombre de una especia.
Pero lo cierto es que, aunque así fuera, las interpretaciones de los teólogos se basaron en los dones tradicionales del oro, el incienso y la mirra.

Los Padres de la Iglesia y los teólogos han señalado otros significados para los regalos al Niño Jesús.
Algunas interpretaciones presentan un mayor alcance teológico y trascendental. El oro, metal precioso propio de reyes, simbolizaba el tributo a la realeza de Jesús, a su calidad de rey.

El incienso, de importante papel en los rituales religiosos y en las ofrendas a las deidades — tanto en las religiones idolátricas como en el judaísmo — era un tributo a la divinidad del Niño, el reconocimiento de que Jesús era Dios.
La mirra, usada en los embalsamamientos, en la unción de los cadáveres y en los ritos funerarios, era emblema de muerte y sufrimiento y por lo tanto, prefiguraba la pasión y muerte de Cristo. Simbólicamente era un tributo a Jesús hombre, a su componente humano. Los Magos presentaron, entonces, oro para el rey, incienso para el Dios y mirra para el hombre.


A su vez, Jacobus de Voragine afirma que el oro simboliza el amor, el incienso la plegaria y la mirra la mortificación de la carne. Sostiene que los tres presentes significan tres atributos de Cristo, “su más preciosa divinidad, su más devota alma y su carne intacta e incorrupta.” (Voragine, 1995: 83).

Beoda el Venerable y San Bernardo de Claraval (s. VIII y XII respectivamente) brindan una explicación más prosaica, aunque no por ello menos factible.
Afirman que el oro tenía por fin aliviar a la Virgen María de la pobreza, que el incienso era para eliminar el mal olor del establo y que la mirra era para alejar a los gusanos, o sea, desparasitar al niño. (Voragine, 1995: 83).


Tres Reyes Magos

Mateo no especifica cuántos eran los Magos, pero muy tempranamente se asumió que eran tres aunque las Iglesias siria y armenia intentaron imponer el número de 12.
Las pinturas catacumbiarias a veces muestran dos o cuatro Magos, pero en general puede decirse que el consenso colectivo fijó el número en tres aún antes de que la voz oficial de la Iglesia se expidiera al respecto mediante una declaración del papa León I el Grande (m. 461) (León I, "Sermones para la Epifanía")


Éste era un número muy conveniente porque no sólo coincidía con la trilogía de los regalos (oro, incienso y mirra) sino que se prestaba además al simbolismo teológico, ya que tres es el número de la Trinidad.
Se identificó a los magos con las tres partes del mundo conocido: Europa, Asia y África y se los representó con tres fisionomías diferentes, correspondientes a los tipos caucásico, asiático y negro, cada uno simbolizando una de las tres edades del hombre (juventud, madurez y ancianidad).
De esta manera, también se les identificó con las razas que se generaron a partir de los descendientes del patriarca Noé: Sem, Cam y Jafet.


Pero cuando América fue descubierta, se sacudieron los cimientos del edificio simbólico tan cuidadosamente armado. La Iglesia, conservadora en cuanto a tradiciones tan arraigadas, prefirió no aceptar la innovación que hubiera significado introducir un cuarto mago, iconografía que hubiera significado un alivio para pintores y tallistas que hubieran podido así disponer de dos Magos a cada lado de la Virgen y el Niño, equilibrando de esta manera las composiciones de la Epifanía, que exigía a los artesanos soluciones heroicas.


Tertuliano (principios del siglo III) encontró que el salmo 72 (71):10 era muy adecuado para relacionarlo con la visita de los Magos, ya que hablaba de regalos y de tributos: “Y los reyes de Tarsis y las islas le pagarán tributo, los reyes de Saba, los de Arabia le traerán presentes”.
A partir de la interpretación de Tertuliano comenzó la identificación de los Magos con reyes. Se sustituyeron los gorros frigios con que se los representaba originalmente por coronas y comenzó a gestarse la leyenda de los Tres Reyes Magos, historia que tardará varios siglos en completarse.

En el siglo IV se comienzan a conocer los nombres de los Tres Reyes Magos, pero sólo fueron categórica y ampliamente reconocidos por los creyentes cuando se les aceptó en un pontifical de Rávena del siglo IX. El Evangelio Armenio de la Infancia los llama Melkon, Gaspar y Baltasar.

No está clara la etimología de los nombres, aunque sí se concluye en general que no son de origen exclusivamente persa. Melchor podría tener origen acadio y significaría “rey”; Baltasar podría ser una forma europeizada del nombre combinado en persa y en acadio Baal-hashahr, “Baal es rey”. En cuanto a Gaspar, no se sabe si también significa “rey”, como los otros dos, porque se desconoce su etimología.


En el siglo XIII, Jacobus de Voragine señala los equivalentes de los nombres en los idiomas griego (Damascus, Apellius y Amerius) y hebreo (Sarachim, Galgalat y Malgalat), pero no indica su significado ni aclara la fuente de dónde tomó los nombres.

La historia de los Magos no termina tras su visita al Niño. Una versión sostiene que el apóstol Tomás los bautizó en la India y los ungió obispos.
Predicaron en Oriente hasta su muerte. Se dice que los dos Magos más ancianos murieron primero y que se corrieron para hacerle lugar en el sarcófago al más joven. Esta versión dará origen a una nueva saga que tendrá por protagonistas a sus reliquias.

Se dice que fueron enterrados en Saba y luego trasladados a Constantinopla, donde los descubrió Santa Helena en el siglo IV, los tres en un mismo sarcófago.
También cuenta la historia, que para esa época el santo milanés Eustorgio fue aclamado obispo por el pueblo de Milán y decide partir a Constantinopla para que el emperador Constantino apruebe su nombramiento.
Eustorgio le solicita a Santa Helena la entrega del sarcófago con los venerables restos y lo transporta a Milán en un carro tirado por dos vacas (Réau, Tomo 2, Vol. 3: 490).

No se aclara por qué Helena y Constantino lo convirtieron a Eustorgio en custodio de tan insignes reliquias. Al morir poco después Eustorgio, el sarcófago de los Magos se ubicó en una iglesia construida sobre su sepultura.

La realidad es que antes del siglo XI esta historia era totalmente desconocida. Fue intencionalmente fraguada para exaltar el prestigio de la ciudad de Milán, que estaba en descenso.
Pero poco disfrutaron los milaneses de las reliquias de los Tres Reyes Magos porque en 1164 Federico Barbarroja invadió Milán y Reinaldo de Dazzel, gran canciller del emperador y a su vez arzobispo de la ciudad de Colonia, saqueó la iglesia y trasladó a Colonia el sarcófago.

En el siglo XIII los restos de lo que efectivamente eran tres cuerpos, fueron depositados en un relicario de oro y el culto a sus reliquias comenzó a atraer peregrinos de todo el mundo, con el aliciente de que si los visitantes eran ilustres podían tocar sus huesos con un tenedor de oro (Trexler, 1997: 83).
Enlaces

La Mente un acto mágico

¿Cómo meditar?

Daniela

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bueno, algunas cositas para comentar. APENAS lei, todo se acomodo en mi cabeza:
"los hombres sabios escudriñaban la naturaleza en busca de signos que lo anunciaran"
Todo se relaciona con todo verdad... el lenguaje alquimico por signos, es el lenguaje divino. Porque Dios se nos manifiesta a traves de signos... el Espiritu Santo como Paloma... El que desciende sobre nosotros a traves de la imposicion de manos... su cuerpo la ostia, su sangre el vino. TODO, todo, se trata de signos. Pero son signos *efectivos* porque *efectivamente* hacen lo que dicen. Efectivamente desciende el Espiritu en la imposicion, efectivamente es Su cuerpo y sangre...
Pero se transforma en efectivo, cuando quien lo realiza y como lo realiza, lo hace en pleno conocimiento y de la manera indicada. De eso se trata la alquimia, la visualizacion, la magia...son instrumentos/situaciones eficaces que realmente hacen lo que dicen, porque se comunican en terminos del lenguaje divino, en terminos de signos y de manera armonica. Por eso las dietas, por eso los agradecimientos. Porque NOSOTROS estamos siendo nuestros propios *ministros* de ese acto magico. Asi como un sacerdote lo es en una misa o imposicion de manos. Claro... ahora veo como todo va uniendose entre si :) besitos!

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